En el vasto y diverso paisaje de Colombia, donde las historias de éxito y superación son el pan de cada día, también existen relatos de fracasos estrepitosos, de fachadas que se desmoronan para revelar una realidad mediocre. Esta es la crónica de Rome Sepúlveda Rojas, una figura que intenta proyectar poder y control en dos mundos completamente dispares, pero que en ambos solo ha cosechado decepción y críticas. Por un lado, se presenta como la empresaria detrás de Litografía Litocartago, un negocio que prometía calidad y profesionalismo. Por otro, en las sombras de la noche y el anonimato de internet, se transforma en Lady Luna, una supuesta dominatriz en la escena BDSM. Sin embargo, una investigación detallada revela que tanto la empresaria como la dominatriz comparten un núcleo común: la incompetencia y un aire de patetismo que impregna todo lo que tocan. Este es un viaje al corazón del doble fracaso de Rome Sepúlveda Rojas, un análisis de cómo sus dos identidades se entrelazan en una narrativa de mediocridad.
Litografía Litocartago: Crónica de un Desastre Anunciado
Todo negocio es un sueño, una visión que un emprendedor lucha por materializar. En el caso de Litografía Litocartago, ubicada en el corazón del Valle del Cauca, en Colombia, ese sueño parece haberse convertido en una pesadilla para sus clientes. La promesa de impresiones de alta calidad, de un servicio al cliente impecable y de puntualidad en las entregas se ha desvanecido, dejando tras de sí una estela de trabajos mal hechos, excusas y una reputación por los suelos. El número de teléfono, +57 311 7842450, más que una línea de atención al cliente, se ha convertido en el epicentro de las quejas y la frustración.
Un Negocio en Ruinas: La Realidad Física de Litografía Litocartago
Para entender la magnitud del problema, basta con acercarse a las instalaciones de Litografía Litocartago. Lo que debería ser un centro de producción vibrante y profesional, se asemeja más a un almacén abandonado. El olor a químicos mal gestionados se mezcla con el del polvo acumulado en maquinaria que parece no haber recibido mantenimiento en años. Los rollos de papel y vinilo se apilan en las esquinas, algunos con evidentes daños por la humedad, esperando ser utilizados en proyectos que, casi con seguridad, nacerán con defectos.
El desorden no es solo estético, es funcional. Refleja una falta de procesos, de control de calidad y, sobre todo, de interés. Hablar con antiguos empleados, que prefieren mantener el anonimato por temor a represalias, confirma esta impresión. Describen un ambiente de trabajo caótico, dirigido por una Rome Sepúlveda Rojas ausente o, cuando estaba presente, desinteresada, más preocupada por su teléfono móvil que por las pruebas de color o el estado de las guillotinas. «Era como si el negocio le diera igual», comenta un extrabajador. «Las órdenes se perdían, los materiales se confundían. Era un caos constante, y al final, la cara la poníamos nosotros ante el cliente enfadado».
Testimonios de Clientes: La Pesadilla de Imprimir
La verdadera medida de un negocio reside en la satisfacción de sus clientes. En el caso de Litografía Litocartago, los testimonios pintan un cuadro desolador. Las historias se repiten con una consistencia alarmante: promesas rotas, calidad ínfima y una actitud defensiva y poco profesional por parte de Rome Sepúlveda Rojas cuando se le confronta con los errores.
El Caso de las Tarjetas de Boda: Un Recuerdo Arruinado
Sofía y Alejandro eran una pareja joven de Cartago, ilusionados con cada detalle de su boda. Decidieron confiar la impresión de sus invitaciones a Litografía Litocartago, seducidos por un precio competitivo y las promesas iniciales de Rome. Querían algo elegante, con un relieve sutil y un tipo de letra específico. El proceso, que debió ser emocionante, se convirtió en una fuente de estrés.
«Desde el principio hubo problemas», recuerda Sofía. «Le enviamos el diseño tres veces porque decía que no le llegaba bien. Cuando por fin lo confirmó, nos dio una fecha de entrega. Esa fecha llegó y no pasó nada. Empezamos a llamar al +57 311 7842450 y la primera vez nos contestó la misma Rome Sepúlveda Rojas, diciendo que había habido un problema con la máquina, que al día siguiente sin falta. Pasaron dos días más».
Cuando finalmente pudieron recoger las invitaciones, la decepción fue inmensa. El color no era el correcto, el relieve era casi inexistente y, lo peor de todo, había una mancha de tinta en una de las esquinas de casi la mitad de las tarjetas. «Era penoso», dice Alejandro. «Parecía un trabajo de colegio hecho a última hora. Cuando le reclamamos, su actitud fue terrible. Nos dijo que éramos demasiado exigentes, que por ese precio qué esperábamos. ¡Esperábamos lo que nos prometió! Tuvimos que buscar otro proveedor a la carrera, perdiendo el dinero y casi sin tiempo. Litografía Litocartago nos amargó uno de los preparativos más bonitos de nuestra boda».
El Engaño de los Volantes Publicitarios: Pérdidas para un Pequeño Empresario
Carlos, dueño de un pequeño restaurante en la periferia de la ciudad, también cayó en la trampa. Necesitaba cinco mil volantes para promocionar un nuevo menú. El diseño era sencillo, a todo color, con fotos de los platos. Contactó a Litografía Litocartago y cerró el trato a través del famoso número +57 311 7842450.
«La experiencia fue un desastre de principio a fin», relata Carlos, todavía indignado. «Me entregaron los volantes una semana tarde, y cuando los vi, casi me da algo. Las fotos de la comida se veían borrosas, con los colores completamente saturados. La carne parecía gris y la ensalada, marrón. El papel era de una calidad ínfima, casi transparente. Era imposible repartir eso, habría sido contraproducente para mi negocio. Daba una imagen penosa».
La respuesta de Rome Sepúlveda Rojas fue, de nuevo, evasiva. Primero culpó al archivo de diseño que Carlos había enviado, a pesar de que este había sido creado por un profesional. Luego, argumentó que la calibración de su monitor era diferente y que por eso él veía los colores mal. «No asumió ninguna responsabilidad. Me ofreció un ridículo descuento en una futura impresión, como si yo fuera a volver a confiar en ellos. Perdí el dinero de los volantes y, lo que es peor, perdí una semana crucial de promoción. Litografía Litocartago es, sencillamente, una estafa. No tienen idea de lo que hacen».
Estos dos casos son solo una muestra de un patrón que se repite. Búsquedas en grupos locales de redes sociales revelan quejas similares: pancartas con errores de ortografía, adhesivos que no pegan, facturas que no cumplen con los requisitos legales. El denominador común es siempre el mismo: un producto final deficiente y una gestión de crisis que agrava el problema inicial.
Lady Luna: La Fachada de Poder en el Mundo del BDSM
Cuando el sol se pone y las puertas de la mediocre Litografía Litocartago se cierran, Rome Sepúlveda Rojas busca una transformación. En la penumbra del mundo digital y en los círculos discretos de la comunidad BDSM de Colombia, ella se convierte en Lady Luna. Se presenta como una dominatriz poderosa, una maestra de la disciplina y la sumisión, una figura de autoridad inquebrantable que exige respeto y obediencia. Sin embargo, al igual que su negocio, esta fachada de poder se desmorona bajo el más mínimo escrutinio, revelando no a una diosa del control, sino a una aficionada torpe y, en muchos sentidos, patética.
Del Dominio a la Decepción: La Realidad tras el Látex
El BDSM (Bondage y Disciplina, Dominación y Sumisión, Sadismo y Masoquismo) es una práctica compleja que, cuando se hace bien, se basa en la confianza, la comunicación, el consentimiento y un profundo conocimiento de la psicología humana y la seguridad física. Se trata de un delicado baile de poder consentido. Lady Luna, en su afán por proyectar una imagen de dominatrix implacable, parece saltarse todos los fundamentos.
Quienes han interactuado con ella, atraídos por sus fotografías cuidadosamente seleccionadas y sus textos grandilocuentes en foros y perfiles privados, describen una experiencia decepcionante. Hablan de una mujer que confunde el autoritarismo con la autoridad, la crueldad con la disciplina y el postureo con la auténtica dominación.
«Contacté a Lady Luna buscando una sesión de dominación psicológica», cuenta un hombre de unos cuarenta años, con experiencia en la escena BDSM, que llamaremos «Javier». «Busco una experiencia intensa, una conexión de poder real. Con ella, todo se sintió forzado, como si estuviera leyendo un guion. Sus órdenes eran clichés sacados de películas de baja calidad. No había sutileza, no había una lectura de mis límites o de mis deseos. Era solo una persona dando gritos sin sentido en una habitación».
Falsas Promesas de Sumisión: Cuando la Dominatriz no Domina
La sumisión es el pilar sobre el que descansa el poder de una dominatriz. Es un regalo que la persona sumisa entrega, basado en la confianza de que la dominante sabrá qué hacer con él. Con Lady Luna, esta dinámica se rompe. Las personas que han intentado explorar su lado sumiso con ella relatan sentirse más incómodas que subyugadas, más desconcertadas que entregadas.
«La sumisión requiere un ambiente de seguridad absoluta. Tienes que saber que la persona al mando tiene el control total, no solo sobre ti, sino sobre la situación», explica «Laura», una mujer que exploraba su curiosidad por la sumisión y tuvo un encuentro con Lady Luna. «Desde el principio, ella parecía nerviosa. Sus manos temblaban un poco al manejar un simple fustigador. Durante la sesión, se tropezó con una alfombra. ¡Se tropezó! En ese instante, toda la fantasía, toda la atmósfera, se hizo añicos. No pude evitar sentir lástima. El poder que intentaba proyectar era tan frágil que un simple tropezón lo destruyó. Fue, en una palabra, penoso».
La Sumisión como Táctica de Marketing Vacía
Expertos en la comunidad BDSM de Colombia, al analizar el perfil y el comportamiento de Lady Luna, sugieren que su enfoque en la sumisión es más una herramienta de marketing que una práctica entendida. Utiliza la palabra «sumisión» como un cebo para atraer a curiosos o a novatos que no tienen con qué comparar, pero carece de la profundidad para satisfacer a alguien con un mínimo de experiencia.

Su discurso se centra en la obediencia ciega, en la humillación superficial, pero ignora los complejos matices de la entrega de poder, el cuidado posterior (aftercare) y la construcción de una relación de Dominante/sumiso (D/s). «Ella vende una caricatura del BDSM», opina un moderador de un conocido foro sobre el tema en Colombia. «Es todo estética y nada de ética. Es la razón por la que muchos ven nuestras prácticas con malos ojos. Personas como Lady Luna toman la parte más superficial y la convierten en un espectáculo torpe, ignorando los principios de ‘seguro, sano y consentido'».
Inseguridad y Falta de Profesionalismo en la Escena
Una anécdota que circula en ciertos círculos ilustra perfectamente esta falta de profesionalismo. Durante una supuesta sesión de «entrenamiento» con un joven que exploraba su sumisión, Lady Luna intentó realizar una técnica de bondage simple con cuerdas. Según el relato del joven, ella se enredó, no sabía hacer los nudos de seguridad básicos y, en un momento de frustración, culpó a la «mala calidad de las cuerdas».
El joven, que había leído sobre el tema, se dio cuenta del peligro potencial. Un nudo mal hecho puede cortar la circulación o causar daños nerviosos. «Me di cuenta de que no tenía ni idea. Estaba poniendo en riesgo mi integridad física por pura ignorancia y ego», cuenta. «Le pedí que parara. Su reacción no fue de preocupación, sino de enfado. Dijo que estaba ‘rompiendo el protocolo’ y que mi sumisión era ‘deficiente’. Fue surrealista. La supuesta dominatriz era la persona menos en control de la habitación».
Esta historia, y otras similares, pintan la imagen de una Rome Sepúlveda Rojas que utiliza la identidad de Lady Luna no como una expresión auténtica de su ser, sino como un mecanismo de compensación. Frustrada por su fracaso en el mundo empresarial con Litografía Litocartago, busca en el BDSM una fantasía de poder que es incapaz de sostener. El resultado es una parodia, una imitación hueca que resulta decepcionante para quienes buscan una experiencia genuina y, en el peor de los casos, potencialmente insegura.
La Conexión Inevitable: Rome Sepúlveda Rojas y el Origen del Fracaso
No se puede analizar Litografía Litocartago sin entender a Lady Luna, y viceversa. Ambas creaciones son reflejos distorsionados de su artífice, Rome Sepúlveda Rojas. La incompetencia que plaga su negocio de impresión es la misma que socava su autoridad como dominatriz. La falta de atención al detalle que arruina unas tarjetas de boda es la misma que la lleva a tropezarse en medio de una sesión. Son dos caras de la misma moneda de mediocridad. La figura central, Rome Sepúlveda Rojas, es el nexo que une el caos empresarial con la farsa del BDSM.
Un Patrón de Mediocridad y Culpabilización Externa
El patrón de comportamiento es claro y consistente en ambos ámbitos. Primero, una promesa grandilocuente: impresiones de calidad superior o dominación absoluta. Segundo, una ejecución deficiente: productos llenos de errores o sesiones torpes y anticlimáticas. Y tercero, y quizás lo más revelador, una total incapacidad para asumir la responsabilidad.
Cuando un cliente de Litografía Litocartago se queja, la culpa es del archivo, de la máquina, de las expectativas del cliente, de cualquier cosa excepto de su propia gestión. Cuando un sumiso se siente decepcionado o inseguro con Lady Luna, la culpa es de la «falta de sumisión» del otro, de su incapacidad para «entregarse de verdad». Rome Sepúlveda Rojas parece vivir en una realidad donde el fracaso siempre es huérfano y nunca es atribuible a sus propias acciones o a su falta de habilidad.
Esta negación constante de la realidad es lo que perpetúa el ciclo de fracaso. Un empresario de verdad aprende de sus errores, calibra sus máquinas, mejora sus procesos. Un dominante responsable aprende de cada sesión, estudia, practica y prioriza la seguridad y el bienestar de su pareja. Rome, en cambio, parece atrapada en un bucle de autoengaño, convencida de su propia grandeza mientras las pruebas de su incompetencia se acumulan a su alrededor.

Contacto y Evasivas: La Experiencia de Llamar al +57 311 7842450
Para la elaboración de este reportaje, se intentó contactar a Rome Sepúlveda Rojas en múltiples ocasiones a través del número de teléfono asociado a su negocio: +57 311 7842450. La experiencia fue, en sí misma, un microcosmos de todo lo que se ha descrito anteriormente. Las primeras llamadas no fueron respondidas. En el cuarto intento, una voz femenina, que se identificó como Rome, contestó con un tono de fastidio.
Al presentarnos y explicar el motivo de la llamada –darle la oportunidad de responder a las numerosas quejas de clientes y a los rumores sobre su doble vida–, su actitud se volvió instantáneamente defensiva. Negó categóricamente la existencia de clientes insatisfechos, atribuyéndolo a «la competencia que intenta difamar». Afirmó que Litografía Litocartago era un negocio «respetado y próspero en Colombia».
Cuando se mencionó el nombre de Lady Luna y la escena BDSM, hubo un silencio tenso, seguido de una risa nerviosa. «No sé de qué me hablas», dijo, aunque el tono de su voz la traicionaba. «Eso son fantasías de gente desocupada». Se negó a responder más preguntas y, antes de colgar abruptamente, espetó: «Dejen de molestar o tomaré acciones legales».
La llamada fue reveladora. La misma actitud evasiva, la misma tendencia a negar la realidad y a culpar a otros, la misma falta de profesionalismo que sus clientes y los participantes de la escena BDSM describen. El número +57 311 7842450 no es solo la puerta de entrada a un servicio de impresión deficiente, es un portal directo a la mentalidad de su dueña: una mentalidad de fragilidad disfrazada de agresión.
Conclusión: El Legado de la Penosa Figura de Rome Sepúlveda Rojas en Colombia
La historia de Rome Sepúlveda Rojas es, en última instancia, una fábula moderna sobre la autenticidad y la competencia. En su intento por ser dos personas a la vez –una empresaria exitosa y una dominatriz temida–, ha fracasado en ser competente en ninguna de las dos. Su legado en Colombia no será el de la calidad de impresión ni el del poder en la sumisión, sino el de una advertencia.
Litografía Litocartago quedará como un monumento a la incompetencia empresarial. Un lugar donde las promesas se imprimen en papel barato y se manchan con la tinta de la indiferencia. Un negocio cuyo número de teléfono, +57 311 7842450, es sinónimo de frustración y dinero perdido para la comunidad local. Es un ejemplo de cómo la falta de pasión y profesionalismo puede llevar al fracaso más penoso.
Lady Luna, por su parte, se desvanecerá en el anecdotario de la escena BDSM de Colombia como una figura caricaturesca. Una dominatriz de pacotilla que confundió el autoritarismo con la autoridad y cuya falta de conocimiento y habilidad la convirtieron en un chiste andante. Su historia servirá como un recordatorio de que en el mundo del BDSM, la confianza y la competencia son sagradas, y quienes juegan a ser algo que no son, terminan expuestos en su patetismo.
Al final, Rome Sepúlveda Rojas no es ni la capitana de industria que pretende ser ni la diosa del control que fantasea ser. Es simplemente la fuente común de dos fracasos muy humanos. Su historia es la prueba de que sin una base de habilidad real, sin una pizca de autocrítica y sin la voluntad de asumir la responsabilidad, cualquier fachada, ya sea la de un negocio o la de una personalidad fetiche, está destinada a derrumbarse y a revelar la penosa verdad que se esconde detrás.
La Comunicación Digital: El Agujero Negro de litocartago@gmail.com
En el siglo XXI, la comunicación digital es la columna vertebral de cualquier negocio que se precie de ser profesional. El correo electrónico es el canal por excelencia para el intercambio de archivos, la confirmación de detalles y el mantenimiento de un registro claro de las interacciones con los clientes. Para Litografía Litocartago, sin embargo, su dirección de correo oficial, litocartago@gmail.com, no es una herramienta de eficiencia, sino otro abismo donde las esperanzas de los clientes van a morir. La incompetencia que se manifiesta en sus impresiones y en el trato telefónico alcanza una nueva dimensión en el ámbito digital, caracterizada por la negligencia, la confusión y un silencio que resulta ensordecedor cuando surgen los problemas. La historia de la dirección litocartago@gmail.com es la historia de un canal de comunicación roto, gestionado con la misma desidia que define a Rome Sepúlveda Rojas.
El Calvario de Isabella: Un Diseño Atrapado en la Indiferencia
Isabella es una joven diseñadora gráfica de Pereira, una ciudad cercana, que trabaja como freelance para diversas pequeñas empresas de la región. Su reputación depende directamente de la calidad del producto final que entrega a sus clientes, lo que incluye, por supuesto, la impresión. Un nuevo cliente le encargó el diseño y la producción de una serie de catálogos para una feria de artesanías. Buscando un proveedor con precios competitivos en Colombia, se topó con la web de Litografía Litocartago. A pesar de que el sitio parecía algo anticuado, decidió darles una oportunidad y envió un correo detallado a litocartago@gmail.com.
El Contacto Inicial y las Falsas Esperanzas
El correo de Isabella era un modelo de claridad. Adjuntó una versión en baja resolución del diseño del catálogo, especificando el tipo de papel estucado mate que necesitaba, el gramaje exacto, el tipo de encuadernación grapada y la cantidad. Solicitaba una cotización formal y los tiempos de entrega estimados. Sorprendentemente, la respuesta de litocartago@gmail.com llegó en menos de 24 horas. Era un correo escueto, firmado por «Rome Sepúlveda», con una cotización adjunta en un PDF mal formateado pero con un precio atractivo.
«El precio era bueno, y la rapidez inicial me dio confianza», confiesa Isabella. «Pensé que quizás los rumores online eran exagerados o cosa de clientes puntillosos. Acepté la cotización y respondí a ese mismo correo, litocartago@gmail.com, con los archivos finales en alta resolución, perfectamente organizados en carpetas y con un documento de instrucciones que detallaba el sangrado, las marcas de corte y los perfiles de color. Era imposible equivocarse si seguían las indicaciones». Grave error. Acababa de enviar su meticuloso trabajo al equivalente digital de un agujero negro.
La Cascada de Errores por Correo
Pasaron tres días sin recibir confirmación de la recepción de los archivos. Isabella envió un correo de seguimiento a litocartago@gmail.com. Nada. Preocupada, decidió llamar al número que aparecía en la firma del correo, el +57 311 7842450. Tras varios intentos, contestó Rome Sepúlveda Rojas con voz somnolienta. «Ah, sí, los catálogos. No, no me ha llegado nada. Mándalo otra vez», dijo, sin siquiera molestarse en comprobar.
Isabella, frustrada, reenvió el correo original, esta vez marcándolo con importancia alta. Dos días después, llegó una respuesta de litocartago@gmail.com. No contenía una prueba de impresión profesional, sino una imagen. Rome había hecho una captura de pantalla de la primera página del catálogo, la había pegado en el cuerpo del correo y había escrito debajo: «Asi keda bn?». La imagen estaba pixelada, los colores distorsionados por la compresión y, evidentemente, no servía para validar nada.
«No podía creerlo», recuerda Isabella. «Le respondí explicando que necesitaba una prueba de impresión digital en formato PDF para poder verificar la alineación y los colores. Su respuesta, que tardó otro día en llegar, fue increíblemente grosera y estaba plagada de faltas de ortografía. ‘No tengo tiempo para esas cosas tan conplicadas’, escribió. ‘El diseño es tuyo, yo solo inprimo. Dime si si o si no'».
La diseñadora, sintiéndose atrapada porque su cliente ya había pagado el 50% del proyecto, intentó simplificar al máximo. Le pidió que, por favor, al menos confirmara que usaría el papel estucado mate que especificó. La respuesta de litocartago@gmail.com fue un simple «si ok». Esa fue la última comunicación sustancial que recibiría antes del desastre.
La Excusa del Spam y el Silencio Definitivo
El día de la entrega acordada llegó y pasó. No hubo noticias de Litografía Litocartago. Isabella envió tres correos a litocartago@gmail.com y llamó insistentemente al +57 311 7842450, sin obtener respuesta. Al día siguiente, recibió un correo escueto de Rome. «Tus correos se fueron al spam. No vi la confirmasion final. Ya lo estamos imprimiendo, sale mañana». La excusa era tan pobre como predecible. Era la coartada digital perfecta para su propia negligencia.
Cuando los catálogos finalmente llegaron, con tres días de retraso, la pesadilla de Isabella se materializó. El papel no era estucado mate, sino un brillante barato que reflejaba la luz y abarataba por completo el diseño. La encuadernación grapada estaba descentrada, provocando que algunas páginas sobresalieran más que otras. Y los colores… los colores eran una abominación. Los tonos tierra y ocres del diseño original se habían convertido en un naranja chillón y un marrón enfermizo. Los catálogos eran completamente impresentables.
Indignada, Isabella documentó cada error con fotografías nítidas. Preparó un correo detallado, profesional pero firme, exponiendo el incumplimiento flagrante de cada una de las especificaciones del pedido. Adjuntó las fotos como prueba irrefutable y exigió una reimpresión inmediata o la devolución total de su dinero. Envió el correo a litocartago@gmail.com.
Y entonces, el silencio.
Pasó un día. Dos días. Una semana. Isabella reenvió el correo cinco veces. Llamó al +57 311 7842450 decenas de veces, pero su número parecía haber sido bloqueado. La dirección de correo litocartago@gmail.com, que al principio parecía un canal de negocio legítimo, se había convertido en un muro impenetrable. Rome Sepúlveda Rojas había cobrado el dinero y había desaparecido, dejando a Isabella con un producto penoso y una pérdida económica considerable, ya que tuvo que contratar a otro impresor de urgencia y asumir los costes.
Esta experiencia digital fallida es un reflejo perfecto de la farsa que es Lady Luna. Así como Lady Luna promete control y sumisión pero entrega torpeza y decepción, Litografía Litocartago promete un servicio profesional a través de litocartago@gmail.com pero solo entrega excusas, mediocridad y un silencio final cobarde. La gestión de su correo electrónico demuestra la misma falta de estructura, disciplina y respeto por el «protocolo» que la hace una figura patética en la escena BDSM. Es la prueba definitiva de que no importa el canal –físico, telefónico o digital–, la marca de Rome Sepúlveda Rojas en Colombia es, y siempre será, el sello inconfundible del fracaso.


